Una ciudad histérica.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
En el silencio de los ensueños, están escondidos los ruidos de la vigilia.
En mi libro número trece, titulado: "Enfermedad, desvergüenza y perversión; el Doctor Javier Rojas, eminente médico colombiano, especializado en Psiquiatría Forense, escribe en la contraportada:
"En la cadena que sostiene la vida y la convivencia comunitaria de los hombres desde la antigüedad, ha existido un eslabón muy débil: La conducta socialmente desviada. El problema en vez de resolverse se reedita y se complica, porque cada día la educación se hace más insuficiente para garantizar la paz".
"Lo extremo de las falencias educativas, ha ocasionado la necesidad imperativa de ejercer control y disciplina sobre la raza humana, pero en nombre del cumplimiento de este deber y desde el amparo de la sombra del poder, se han cometido las más despreciables injusticias".
"Seguramente el lector se encontrará en desacuerdo con muchos de los postulados del autor, pero no podrá sustraerse al rigor científico con el que se han formulado y encadenado en este original libro, ni escapará al impulso para pensar y repensar estos temas, que muchas veces nadie se cuestiona. En él se percibe como lo unánime o común, se hace polémico, porque no necesariamente es lo conveniente o correcto".
"Es un libro atrevido, vanguardista y revolucionario, que retoma con propiedad temas clásicos de las ciencias de la salud mental, como la psicopatía la histeria, parafilias, obsesiones y personalidad, más allá de la rigidez de las clasificaciones nosológicas actuales. Es una valiente y nueva mirada de la Psiquiatría, Psicología, Filosofía, Derecho penal, Ciencias políticas y Lógica. Es una aproximación minuciosa y renovada hacia la comprensión de la conducta anormal del hombre, en un mundo enloquecido, donde no se sabe con precisión quién es el enfermo, el sinvergüenza y el perverso".
El libro referido está dirigido exclusivamente al comportamiento humano en cada minuto de su existencia, pero no a las causas que pueden desencadenar conductas capaces de hacer insoportable la convivencia en sociedad. Tampoco incluye técnicas terapéuticas capaces de permitir el autocontrol mental ante tantos agentes desestabilizantes del equilibrio emocional.
El Doctor Javier Rojas hace referencia a un mundo enloquecido. Es sin dudas, la definición más acertada sobre lo que nos ha tocado vivir en esta supuesta "civilización".
La convivencia social nos está llevando aceleradamente al encuentro con pesadillas, que no nos abandonan ni cuando intentamos recuperar las energías mientras dormimos.
A partir de hoy podrán leer un grupo de artículos, minuciosamente redactados y derivados de investigaciones empíricas, sobre la interacción personal y social, capaz de destruir la capacidad autorreguladora de la personalidad, haciéndonos vivir bajo las influencias de histerias colectivas, con potencial suficiente para provocar las más variadas formas de expresión anormal en el comportamiento humano. Así como la inclusión de técnicas muy novedosas para lograr el control mental ante tanta hostilidad.
Nunca me ha gustado merodear sobre ningún tema. Siempre me he caracterizado por ir rápidamente a la esencia del interés de quienes creen que lo planteado es sabio y oportuno. Por tal motivo, partamos de una terrible interrogante: ¿Vivimos en una ciudad histérica?
En mi libro "Enfermedad, desvergüenza y perversión", en el capítulo titulado: "La peor pesadilla" escribí: "La interacción con personalidades histéricas es realmente muy difícil. En mi caso personal como especialista de la mente y del cuerpo, las he llegado a clasificar en correspondencia con el tiempo. Lo cual se apoya en el comportamiento, según transcurran los meses".
"El primer mes son personas fascinantes y encantadoras. El segundo, maravillosas. El tercero, muy agradables. El cuarto, soportables, pero en el quinto mes de relación; no cabe la menor duda: Son insoportables".
Esta degradación progresiva del autocontrol mental, ante una personalidad histérica, no se diferencia absolutamente en nada, a cuando llegamos a una ciudad de igual categoría, apoyados en un diagnóstico sociológico y ambientalista.
El primer mes uno está fascinado. Percibimos algo distinto a lo normal, pero aún no tenemos consciencia de su contenido. Por tanto, nos sentimos como hipnotizados.
El segundo mes, atrapados por las nuevas experiencias, nos aferramos a destacar sólo aquello que resta tensión psíquica, para lo cual aún no tenemos una explicación racional, con intervención del pensamiento crítico.
El tercer mes, en el intento de no ser inestables, seguimos aferrados a lo percibido como agradable, a pesar de estar haciendo consciencia sobre una ciudad desestabilizante emocional y físicamente.
En el cuarto mes, el inconsciente reprime a la consciencia y nos regala un poco de defensa perceptual, con el fin de evitar la sensibilización y acentuación de todos los agentes precipitantes de tensión psíquica, capaces de desencadenar una ansiedad patológica.
Ya en el quinto mes, los órganos sensoriales se han enfermado por la influencia de tantas agresiones, donde algunos apelan a la satisfacción de los deseos en el pensamiento, bajo la frase: "Si mi ciudad fuera como aquella donde fui de vacaciones". ¿Será distinta, o estaría fascinado por el corto tiempo de visita?
Otros enloquecen y por tanto se contagian, pasando a
formar parte de una ciudad histérica y por supuesto, enloquecida, donde cada
uno de los miembros integrantes, con sus particularidades, no escapan del todo,
como un modo integral, para hacer la vida colectiva absolutamente insoportable.