Subestructuras de la personalidad. Cuarta parte.

23.07.2012

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Los estudios realizados en la antigüedad. Mencionados en el artículo anterior. Le daban valor casi absoluto al hecho de que los líquidos corporales dependían directamente de las influencias ambientales. Por tanto, aseguraban que los niveles de autorregulación personal, esta­ban fuertemente influidos por los distintos cambios atmosféricos.

No estaban nada alejados de la verdadera rea­lidad, porque las características patognomónicas de cada temperamento, sufren cierta metamorfosis con los efectos de la ionización ambiental. Del año 1993 y hasta el 2001, realicé una potente investi­gación sobre las tendencias temperamentales y los modos de comportamiento individual, dependiendo del estado del tiempo en la ciudad de Buenos Aires, en la República Argentina. Los patrones de estu­dio fueron similares a los de mis antecesores de la antigüedad. Los resultados son realmente sorprendentes.

Les adelantaré un pequeño cuadro, demostrativo de las cualidades predominantes en dependencia del estado del tiempo, en el estudio referido, porque actualmente estoy profundizando estas investiga­ciones en otras latitudes.

Puedo adelantarles, que en esencia el comporta­miento de los seres humanos, viene expresándose con características bastante similares en otros paí­ses, realmente distantes.

Días de mucho aire: Predomina el mal humor, la incomodidad ante estímulos sin carga psico traumatizante objetiva. Bajo nivel de comprensión, con predominio de la distractibilidad del proceso de la atención. Poco afectivos.

Días de lluvia: Se muestran extraordinariamente perezosos, lentos, con pobre nivel de reacción ante estímulos exigentes de alta precisión y seguridad. Aparentan ser flemáticos, pero la debilidad en los niveles de reflejos del sistema nervioso central es su principal enemigo, cuando se les exige mayor nivel de rendimiento; es como encender una pali­zada con keroseno. Saben que están entretenidos, pero son incapaces de reconocerlo.

Días muy fríos: Son cumplidores, pasivos, com­placientes, prudentes, pacientes y afectivos. Con muy buena empatía en la comunicación con los de­más. Es como si la agresividad estuviera congelada. Disminuye de manera sustancial la criminalidad.

Días calientes y secos: Hacen posible que has­ta los temperamentos apáticos, sentimentales y flemáticos aparezcan realmente desdoblados. Pa­reciera que todo un pueblo fuera portador de un temperamento colérico y apasionado, donde los ni­veles de reflexión y manejo adecuado del pensa­miento crítico, estuvieran totalmente obnubilados. Es el antónimo del comportamiento de un día con mucho frío.

En el próximo artículo desarrollaré la subestructura de la personalidad más delicada, porque es la que define los valores éticos, principios un tanto en extinción en estos tiempos.