Pobreza mental y coronavirus.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
En el año 1993; estando en una entrevista con la señora Susana Giménez. Ella me preguntó: Doctor, y es que la humanidad tendrá que estar toda la vida prisionera de la ansiedad que genera la aparición de un nuevo virus? Habrá algo que podamos hacer para eliminar esas desagradables sorpresas? Mi respuesta fue muy rápida: La única manera de detener no sólo a los virus, sino a cualquier enfermedad, es acabando con la pobreza. En aquel entonces expliqué en detalles que no se trataba sólo de la pobreza material, sino más que todo de la pobreza mental. Esa es la más dañina, porque no está centrada en un estrato social determinado. Es general. Su fundamento, génesis y desarrollo, depende de los niveles de responsabilidad, sentimientos, capacidad de amor hacia nuestros similares. Es la actitud y el comportamiento que debemos adoptar todas las personas cuando somos portadores de una enfermedad contagiosa. Es cultura, educación e instrucción suficiente, para poder determinar precozmente, hasta dónde nuestro comportamiento puede ser dañino e inclusive mortal para otras personas.
Estoy escribiendo este mensaje, porque desafortunadamente cada día me convenzo más de que la mayoría de los seres humanos somos insensibles e irresponsables, cuando de una enfermedad contagiosa se trata. Sólo basta detenernos en la actitud de los contagiados con el Coronavirus en Colombia. Sabiendo que vienen de países con alto riesgo, han llegado a su tierra a hacer sociales, como si el histrionismo fuera la vacuna que los hace inmunes, no sólo a ellos, sino más aún a sus pobres víctimas. Si se les puede llamar así, porque también debían haber sido capaces de darse cuenta a tiempo del costo implicado en sus pleitesías.
Más doloroso aún resulta escuchar a un político subiendo a la balanza, los posibles daños económicos que pueden ocasionar medidas restrictivas a favor de la salud humana. Es bochornoso e inhumano. No existe nada más valioso que la vida. Después vamos a ver lo que somos capaces de hacer con nuestra inteligencia y capacidad para enfrentar las adversidades.
En mi caso particular tengo muy presente que la vida es invaluable. Nadie puede ir a un mercado a comprar dos años más de vida. Por tanto he decidido cerrar mi empresa, no para esperar a que la pobreza mental se acabe, porque esa será eterna, sino sencillamente, darle tiempo a la ciencia, para que sus resultados, unidos a la fe divina nos ayuden a transitar con menos riesgos entre los contratiempos que estamos generando los propios seres humanos. No sólo en el daño que le ocasionamos permanentemente al medio ambiente, sino más que todo a nosotros mismos.
Mis teléfonos estarán siempre atentos a las inquietudes de quienes saben les puedo ayudar. Un abrazo para todos y que Dios los bendiga y los perdone, cuando de manera consciente o inconsciente son responsables del mal propio o del prójimo.