¿La obesidad se cura?
Por: Mariano Cañizares Parrado.
En el año 2014 publiqué un artículo con este mismo nombre en el periódico El Nuevo Siglo. En aquella oportunidad di a conocer los resultados de una investigación que comencé en el mes de agosto de 1993 y terminé en el propio mes del 2013. Fueron 20 años ininterrumpidos, donde se alcanzó una muestra de 36 547 pacientes portadores de índice de masa corporal por encima de los límites de normalidad.
Los pacientes fueron de diferentes nacionalidades: Cuba, Argentina, Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Venezuela, Costa Rica, Panamá, México, Estados Unidos, Canadá, España, Italia, Holanda, Noruega, Suiza, Alemania, Israel, Rusia, Armenia y Grecia.
La muestra fue integrada por la totalidad de pacientes recibidos al solicitar cita para tratamiento de sobrepeso y obesidad. Todo fue al azar, sin selección previa, donde estuvieron representados los dos sexos, desde los 10 años y hasta los 70. Eso permitió evaluar con precisión y objetividad, varios indicadores, como: Factores genéticos, hereditarios, sistemas nervioso, endocrino y metabólico; sociales (estilo de vida), ambientales y conductuales.
La hipótesis científica, como respuesta investigativa adelantada, concebía que cuando el peso corporal es superior a la estatura al cuadrado, multiplicado por la constante 25, el sobrepeso se convertiría automáticamente en una enfermedad controlable con una adecuada alimentación, pero a la vez incurable. Es decir, cada vez que el paciente se vea afectado por el consumo de calorías superiores a las necesitadas, abandono de la actividad física diaria e incumplimiento de los diez ritmos biológicos fundamentales del cuerpo humano, inmediatamente podrá comprobar como la balanza comienza a subir progresivamente con el paso del tiempo, lo cual requerirá de un tratamiento adecuado para volver al peso corporal normal, según la edad, estatura, sexo y complexión física.
La variable dependiente sería el sobrepeso y la obesidad, sobre la cual se aplicaría una regresión lineal múltiple de todas las variables independientes, a un nivel de significación α= 0.01; garantizando una confiabilidad del 99,99%.
Durante toda mi trayectoria profesional he escuchado una frase más constante que π: "Yo bajé pero volví a engordar". Es totalmente natural engordar de nuevo si no se le enseña al paciente cómo mantener el peso ideal una vez logrado. Un ejemplo lo hace evidente: De la muestra referida el 96.3% ha mantenido el peso ideal. Sólo el 3.7% ha vuelto a recuperar algunos kilogramos, y ellos mismos reconocen dos grandes errores, producto de sus comportamientos:
Alcanzaron sólo el peso máximo y no quisieron seguir bajando hasta el peso ideal. En estos casos las posibilidades de aumentar el índice de masa corporal (IMC) se hace evidente casi al 100%.
Llegaron al peso ideal pero no cumplieron con las recomendaciones entregadas en la cita de alta, donde se les enseña a comer absolutamente todo, pero con la disciplina de desintoxicarse en caso de moverse hacia arriba la aguja de la balanza.
El objetivo principal de la investigación estuvo centrado en demostrar que cuando una persona cualquiera ha traslimitado su peso máximo, según la escala del astrónomo y naturalista belga Adolphe Quételet (1874-1976), un simple sobrepeso se convierte en una verdadera pesadilla para el resto de nuestras vidas, porque cada vez que nos descuidamos un poquito, el peso corporal excesivo aparece.
¿Cuándo hemos sobrepasado nuestro peso máximo normal?
Un ejemplo: Yo mido 1.76 m. Esta estatura al cuadrado es igual a 3.0976, multiplicado por 25, me alerta sobre mi peso máximo entre límites normales: 77.44 kilogramos.
Como dije en el libro Soy neurótico pero me encanta: "En el final de mi adolescencia llegué a pesar 210 libras". Ese hecho me condenó a estar atento a mi peso corporal por el resto de la vida, porque ante la más mínima indisciplina aumento fácilmente. Puedo diagnosticarme como un obeso crónico, aunque llevo 41 años en el peso ideal. Enfermedad controlable, pero no curable.
RESULTADOS ESTADÍSTICO-MATEMÁTICOS DE LA INVESTIGACIÓN
La mayor parte de los profesionales de la salud en el mundo entero utilizan la definición establecida por la (OMS) con respecto a los valores estándares, cuando nos referimos al IMC.
Menos de 18.5: Es un peso por debajo de lo normal.
Entre 18.5 y 24.9: Peso normal
Entre 25.0 y 29.9: Sobrepeso (Con este indicador hemos sido condenados a cadena perpetua).
Entre 30.0 y 34.9: Obesidad tipo I.
Entre 35.0 y 39.9: Obesidad tipo II.
De 40.0 o superior, es obesidad tipo III. (Grave o mórbida).
Desde la obesidad tipo I comienzan a aparecer otras enfermedades amigas del sobrepeso, las cuales hacen posible que el cuadro clínico sea grave sin los kilos necesarios para ser clasificada como tipo III.
En mi investigación pude comprobar que una vez alcanzado un IMC superior a 30, empezaban a aparecer coeficientes de correlación muy significativos, constatando la presencia de enfermedades asociadas a la obesidad, las cuales requieren tratamientos específicos de alto rigor científico.
Los coeficientes de correlación obtenidos no requirieron explicación. Fue muy fácil advertir que son la causa fundamental de los altos índices de mortalidad en personas obesas.
Finalmente quiero referirme a un grupo de frases estandarizadas en los pacientes obesos, producto de promesas iatrogénicas, hechas por especialistas inescrupulosos, que con el fin de recaudar pacientes no hacen ver con claridad la verdadera realidad de un paciente obeso:
¿Estoy condenado a hacer dieta toda la vida?
¿Mi enfermedad no se cura?
¿La obesidad sólo tiene que ver con la comida?
¿Acabamos con nuestra vida social?
¿Y los placeres qué?
Como pueden ver en la foto, consumo de todo. Lo único que hay que saber, es cómo desintoxicarnos después de un día de placeres. La vida no se terminó. Sencillamente, aprendimos a eliminar de nuestro cuerpo lo que nos puede hacer daño en el futuro.