¿Perversión o terapia?

25.06.2019

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Jamás he visto un libro capaz de hacer ver con claridad cómo conducir un matrimonio, y en este artículo tampoco lo encontrarán, pero estoy seguro, que reflexionarán mucho sobre un tema tan controvertido y llegarán a la feliz conclusión, de que lo más negativo en una relación matrimonial, es apelar al divorcio como única solución a los conflictos.

En mi práctica asistencial atiendo múltiples enfermedades. Las más comunes son: Obesidad, hipertensión, diabetes, trastornos gastrointestinales y la clínica del dolor, pero no por ello he dejado de ejercer mi primera especialidad (Psicoanálisis), porque para mí la mente humana y su tratamiento, representan un reto infinito. En estas consultas dedico un gran tiempo a la terapia de parejas. En ellas comienzo con una pregunta, la cual me ha dado muchos éxitos. ¿Qué desean? Los hago tener una buena comunicación unidos como pareja, o separados como dos conocidos que no necesariamente deben ser enemigos.

En todas las terapias sostengo mi concepto sobre el matrimonio, el cual considero similar a una sociedad empresarial, donde al menos deben existir dos para formarla.

Esta sociedad generalmente se crea sobre la base de una buena empatía con viejas o recientes relaciones, suficientes para suponer que los lazos de acercamiento, permitirán enfrentar con éxito las exigencias de una empresa o su similar: una excelente relación matrimonial.

¿Dónde está el problema? Cuando este tipo de sociedad se forma apoyado exclusivamente en la confianza y la seguridad, brindada por el hecho de unirse, sin tener en cuenta que en la mayoría de las ocasiones, suplanta acuerdos objetivos y pactos inquebrantables, necesarios para enfrentar las dificultades que puedan surgir en el desarrollo futuro de esa unión, ya sean internas o externas.

La sociedad empresarial, así como el matrimonio, antes de formarse como tal, necesitan conocer a profundidad todas las características personales de cada uno de sus miembros. Estudiar con detenimiento las potencialidades intelectuales, afectivas y de voluntad para vencer cualquier circunstancia inesperada. Un ejemplo puede ser más evidente.

Grandes amigos han formado una empresa, motivados por la sola razón de una buena compatibilidad afectiva. Es como decir: Amor a primera vista. Hasta ahí todo está muy lindo, pero cuando se habla de establecer responsabilidades para el futuro, además del ingrediente mencionado, deben existir pruebas suficientes, para no terminar como si fuéramos enemigos mortales.

Mientras más grande es la plantilla de los accionistas, muchos más conflictos y desdenes tendrán que enfrentar. Una empresa de dos socios puede tener muchísimos obreros, de los cuales es muy efectivo escuchar quejas y sugerencias. Si éstas son oportunas y valiosas, por qué no recompensarlos. De igual manera, un matrimonio puede estar rodeado de una numerosa familia, quienes cuentan con el privilegio de sugerir iniciativas, que de ser sustanciosas, da lugar sin dudas, a un mejor nivel de vida familiar. No obstante, resulta de mucho cuidado, darle participación en la sociedad, porque por lo general terminan provocando conflictos y frustraciones, dando lugar a la probabilidad de una disolución no tan amigable.

Ambas: Tanto la sociedad empresarial, como el matrimonio, deben dejar muy claro los pactos primarios, donde se recogerá con precisión los roles a cumplir por cada miembro, evitando los márgenes de error. De esta manera, la empresa recogerá suficientes ganancias y el matrimonio evitará las situaciones generadoras de un posible conflicto, y como si fuera poco, sus hijos y demás miembros de la familia, disfrutarán la estabilidad de la armonía funcional, generada por los acuerdos prenupciales.

En toda sociedad deben construirse cimientos suficientes, para poder aguantar el peso de su existencia. En este caso, se impone cultivar desde el inicio, una excelente comunicación abierta. Es decir, sin restricciones ni prejuicios de ninguna naturaleza. Además, debe reinar la fidelidad, no aquella de nuestros abuelos, sino la moderna, la actual, la que juzga como infiel, a quien quebrante los acuerdos primarios. Por ejemplo, si una pareja en matrimonio ha acordado una relación múltiple, consentida por ambos miembros, esto no constituye una traición, sino la puesta en marcha de algo pactado.

En mi extensa vida profesional he tenido que evolucionar a la par con mis pacientes y me he visto en la necesidad de concebir lo que para mi edad, es inconcebible.

En una terapia de pareja no sólo aprenden los pacientes, sino también el terapeuta. Tanto, que al reflexionar sobre conceptos actuales, podemos darnos cuenta que estamos cargados de prejuicios, ideas arcaicas, obsoletas, caducas, rutinarias, costumbristas y aburridas.

Es tan significativo lo que acabo de explicarles, que ya estoy dudando de si el poliamor es un comportamiento perverso, o es un modo de terapia adelantado al desarrollo mental y social de nuestra civilización.

Como es un tema tan delicado, quiero dejar claras las diferencias entre promiscuidad y poliamor, concebido como una salida para salvar el amor enfermo por los constantes asedios de la rutina y el desamor.

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, promiscuidad se define como una relación sexual poco estable, con distintas personas. Bastante similar al término poliamor actual, donde intencionadamente se pretende justificar la inestabilidad y muerte del amor. Porque como en la sociedad empresarial, no podemos estar incorporando nuevos accionistas, por el simple deseo de uno de sus socios. Según mi experiencia profesional, uno de ellos nunca está tan de acuerdo.

Sin embargo, estoy presenciando en mi práctica asistencial una nueva tendencia. Se trata del poliamor entre dos parejas, que mutuamente deciden pactar una vida matrimonial de cuatro y no de dos.

Existen algunas condicionantes justificativas de esta tendencia:

La rutina ha envejecido el amor.

La fantasía imaginada no existe, o no resulta suficiente.

Las predilecciones en el manejo del sexo han caducado, o sabemos que nos falta algo por encontrar que puede estar en la pareja amiga.

Los conflictos generados por la convivencia aparentemente estable, apoyada en las costumbres. Puede ser alimentada por una corriente exterior, capaz de hacernos vivir de nuevo, con la intensidad de la juventud.

El estrés ocasionado por la familia, trabajo y otras presiones, generan la necesidad de hacer catarsis con otra modalidad de convivencia matrimonial.

Es muy cierto que la frase del filósofo y político italiano, Nicolás Maquiavelo (1469-1527 d.C.) "El fin justifica los medios" es una total locura, porque en casi la totalidad de las ocasiones donde se apela a su aplicación, es para justificar actos desastrosos. Sin embargo, en esta oportunidad no encuentro tan desacertado su utilización, porque todo aquello que se pueda hacer para salvar un matrimonio y sobre todo, cuando cuentan con hijos, es sinceramente válido y lícito.

El poliamor en esta modalidad, no incluye la vida económica y de convivencia de las parejas intervinientes. Es una nueva sociedad, privada, oculta, incapaz de dañar la ética familiar.

Puedo asegurarles que ya me han confesado su matrimonio diecisiete parejas, en las cuales se han pactado acuerdos con total precisión. Algunas llevan más de doce años compartiendo la vida matrimonial de cuatro socios, donde reciben en cada encuentro, la inyección necesaria para poder soportar la presión diaria de este mundo totalmente enloquecido. Condición suficiente como para sentirnos mendigos de sí mismo.