Manejo de los puntos erógenos en la mujer.

23.04.2019

Por: Mariano Cañizares Parrado.

La vida sexual es instintiva por naturaleza, pero gracias a Dios los seres humanos contamos con algo muy exclusivo de nuestra especie: La consciencia. Ella nos permite hacer de un acto impulsivo, algo extraordinariamente hermoso, cargado de deseos, emociones y sentimientos.

No es lo mismo tener sexo, que realizar el amor. En este mundo totalmente enloquecido, cualquier cosa es aceptable.

En la actualidad se ha puesto de moda una nueva expresión del comportamiento, cuando hablamos de relación entre parejas. Se trata de algo demasiado moderno, tanto, que en un futuro no muy lejano, sólo hablaremos del sexo como sinónimo de placer y como el más distante antónimo de la felicidad.

Hoy es muy natural, visitar discotecas, comercios, otras ciudades o países etc. Pero, lo no tan lógico o normal, es encontramos con alguien totalmente desconocido, llamando nuestra atención y de manera muy fácil, esa noche la compartimos sin dejar nada para después, y al otro día, si te he visto no me acuerdo. En Cuba por ejemplo, la juventud le llama "descargar simples deseos". Ese es el amor desnudo, carente de sentimientos y de planes para el futuro. Es el intento supremo de la lucha contra la creación de la familia. Es la máxima expresión de la inestabilidad.

El sexo entre seres humanos, cuenta con muchos privilegios, si lo realizamos con amor. Es un acto apasionante, que debe transitar por tres momentos fundamentales en su realización: Preludio, coito y terminación. Si estos pasos necesarios no tienen lugar, es más placentero defecar que hacer el amor, porque al sanitario no tenemos que besarlo, acariciarlo ni abrazarlo, cuando llegamos al baño. Tampoco tenemos que susurrarle en el oído cuando hemos terminado de defecar. Sencillamente nos paramos, hacemos el aseo y nos retiramos sin mirar hacia atrás.

Del sexo existen innumerables investigaciones y libros voluminosos. Sin embargo, con este artículo, pretendo brindarles mis experiencias en más de tres décadas, atendiendo todo tipo de disfunción sexual, en diferentes países del mundo, donde he podido comprobar que en esta esfera de interacción humana, las diferencias no son trascendentales, cuando de distintas regiones se trata.

Sólo quiero referirme a las especificidades del sexo entre una mujer y un hombre, aunque sustancialmente las otras variantes de la sexualidad en muy poco difieren, al no ser por los matices filosóficos, religiosos y políticos, con los que se pretende aprobar o reprochar.

El preludio amoroso exige navegar con delicadeza extrema, por cada una de las zonas erógenas de nuestra pareja. Para comenzar con la expectativa del éxito, es bueno tener en cuenta que esta fase comienza cuando conocemos al ser amado, porque desde entonces, ya introducimos frases maravillosas, caricias, abrazos y ternuras incomparables, hasta que logramos ir al lugar donde mejor nos sentiremos: Nuestra cama.

Refiriéndome a las zonas erógenas del sexo femenino: Comenzamos a manipularlas de manera absolutamente espontánea, pero premeditadamente debemos dominar, el orden con el cual se logra más nivel de excitación.

Además es muy conveniente conocer los verdaderos rasgos de la personalidad de la mujer, para saber con precisión si le gustan las maneras tiernas, medias o agresivas, porque de ello dependerá la mayor parte del éxito. Les puedo adelantar, que hasta los leones son conquistados, cuando se pone en práctica el trato con amor.

Casi siempre comenzamos con besos a boca cerrada y cuando las cosas se prolongan, lo hacemos a boca abierta. No estamos equivocados. El beso despierta un sentimiento de entrega, y si somos compatibles en la forma de brindarlo, el resto del camino se alumbra por sí solo.

Más tarde nos toca descender al cuello, tanto los laterales como la parte trasera. Esta última debe manipularse en dos oportunidades. Seguimos descendiendo por la parte anterior del cuerpo; incluyendo tórax y mamas, donde debemos detenernos y disfrutar con mucha suavidad y delicadeza, pues además, de que son glándulas, resulta uno de los puntos erógenos más importantes del sexo femenino.

Continuamos el descenso a los laterales del diafragma y abdomen, deteniéndonos nuevamente en la región pelviana. Acá, además de pasar la lengua con toda la maestría del mundo, debemos dar pequeños y apasionantes mordiscos, para después manipular el interior de los muslos de manera muy exquisita.

No entreguemos el dulce tan rápidamente. De ahí damos la vuelta a nuestra compañera y regalamos pequeños mordiscos en los glúteos, ascendiendo por toda la columna vertebral con la punta de la lengua, hasta llegar de nuevo a la parte trasera del cuello, donde volvemos a dar vueltas y sellamos ese viaje maravilloso con un beso mucho más apasionado.

Sin transitar ninguna otra zona, comenzamos a tocar suavemente con las manos, el cuerpo púbico y más tarde debe hacerse con la boca. Aquí la lengua juega un papel preponderante en la manipulación de los labios vaginales, vagina y especialmente el clítoris (zona más erógena de la mujer). Después de haber provocado uno o más orgasmos con la succión oral, estamos aptos para la penetración.

Mientras avanzamos en ese movimiento desenfrenado, no podemos cohibirnos de volver a besar apasionadamente. Cuando en una pareja no se disfruta con pasión nuestro olor, el amor está condenado a morir.

Ya logrado el orgasmo femenino (el cual puede ser múltiple), y la eyaculación masculina las veces que se pueda, entonces no debemos hacer como el gallo, que se tira de encima de la gallina y corre detrás de otra como si fuera un plan de trabajo a cumplir con fecha límite.

No... Es necesario estar un rato así, con nuestros cuerpos fundidos, como si fuera uno sólo, para comenzar la parte más linda de una relación sexual barnizada por el amor. Aquí se imponen los besos suaves por toda la mejilla, la boca y sobre todo, en los párpados cerrados de nuestra mujer. Ahí es donde deben estar presente las palabras dulces, cargadas de promesas cumplibles y planes para el futuro, capaces de sellar el deseo de Dios: La creación y desarrollo de una familia totalmente feliz, porque la felicidad es el mejor antídoto contra quien ha nacido para ser mendigo de sí mismo.