Tolerancia o resignación.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
La palabra tolerancia está muy cerca de la resignación, pero el día que comencemos a confundir sus diferencias, nos habremos convertido en mendigos de sí mismo.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, tolerancia es el respeto por los pensamientos y las acciones de terceros, cuando resultan opuestos o distintos a los propios. Mientras resignación es la entrega voluntaria que alguien hace de sí, poniéndose en las manos y voluntad de otra persona. Es un estado de conformidad y paciencia en las adversidades.
Parecieran sinónimos, debido a que tienen aristas comunes, pero jamás perdamos de vista sus sutiles diferencias.
A pesar de que ambos términos incluyen: paciencia, humildad, cierto grado de aceptación y permisividad, existen varias características que los hacen diferentes: La primera se refiere al conformismo. El día que seamos tan tolerantes con el medio que nos rodea, hasta sentirnos vencidos por sus influencias, habremos caído definitivamente en la resignación. De igual manera, la humildad, el consentimiento y la flexibilidad excesiva, nos lleva paso a paso a la resignación y cuando una persona se resigna ha renunciado a cualidades muy valiosas para poder conservar la individualidad. De sujeto de una sociedad, ha pasado a ser un objeto sin criterio propio, manipulable, débil, sumiso y plegable a la voluntad de otros.
Algunos ejemplos pueden hacernos más evidente las diferencias entre tolerancia y resignación.
En mi libro: "Soy Neurótico pero me encanta". En su página 334 hago referencia a un hecho muy común en este mundo neurótico.
Lo que les voy a contar ocurrió en el año 2008, pero no por ello han dejado de suceder cosas similares cada día y hasta la fecha en cualquier lugar del mundo.
Había acabado de comprar un Mercedes Benz C-200 Kompressor. Un auto que como todos sabemos es muy costoso. Conducía por un estrato seis de la Ciudad de Bogotá (Calle 116 con Carrera 11); como a las 5:00 p.m. Después de un día con mucho trabajo. Al arribar al semáforo había dos policías, que de manera totalmente arbitraria, evitaban el paso a los autos que transitaban por la calle 116 hacia el elevado. Al detenerme, como fue tan prolongado el tiempo, dos jóvenes conduciendo una zorra, que venían detrás de mí, le suministraron hierba al caballo sobre la maleta de mi auto.
Cuando observo por el retrovisor semejante barbaridad; bajo del auto y sin aún llamarles la atención, me miraron y sonriendo cínicamente se dijeron entre sí: "¡Qué lástima, le estamos ensuciando el carro al señor!". Fui donde los policías y me dijeron de manera muy tranquila: "Esa no es nuestra responsabilidad". Agarré el celular y llamé al tan rimbombante y publicitado número 123. Respondieron de inmediato. Cuando les conté la situación por la que estaba pasando, me colgaron el teléfono sin ninguna explicación. Repetí la llamada y me dijeron muy fríamente: "No moleste más, tenemos muchas cosas de importancia que atender".
Me senté en el asiento de mi coche y me acordé de todos los integrantes de los tres poderes en ejercicio (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), cuando los zorreros, los policías y quienes me atendieron por teléfono, estaban en edad escolar. Me dije en silencio. Mi condición de periodista y escritor, permitirá algún día; tomando como ejemplo este suceso, hacer ver con claridad, la diferencia entre: Tolerancia y resignación.
Soy un profundo conocedor de las obras completas de José Martí. En una oportunidad dijo: "Es necesario hacer de cada hombre una antorcha, porque es indispensable alimentar la luz y archivar la bestia".
La luz sólo es posible alcanzarla e izarla como bandera, cuando sabemos distinguir en la práctica, las diferencias entre: Tolerancia y resignación.
Hoy la vida me da el enorme privilegio de conocer dos aspectos imprescindibles, para poder comprender al ser humano con objetividad:
• La grandeza de un ser humano, no se mide en centímetros, sino con el examen objetivo de su cultura.
• Un ignorante, no es un ser instruido y está carente de educación. Aunque sea portador de cualidades potenciales, posibles conducentes a la paciencia, decencia y prudencia; la ausencia de cultura, muchas veces lo lleva a la maldad.
Por eso, cuando me bajé del auto; al escuchar la frase irónica de los zorreros. O la arbitrariedad de los policías y por qué no, la de los que me respondieron al llamado de auxilio. No intenté hablarles sobre la ignorancia y la maldad y menos aún, convencerlos de la presencia de tales actitudes en su comportamiento. Sencillamente porque sabía, era tiempo perdido.
Faltaba algo que debió existir desde hacía muchos años atrás: La educación. Entonces atiné a lograr el autocontrol, repitiéndome varias veces, la frase más genial de José Martí, refiriéndose a temas similares: "De este empequeñecimiento es necesario sacar a estas almas".
Esta frase cierra un círculo donde se encuentran las personas con menos poder, pero la anécdota continúa.
Al otro día fui a la compañía aseguradora de mis autos, donde le demostré todos los daños causados por el caballo. La respuesta para mí fue totalmente sorprendente, porque no me respondieron por tales daños. Ante estos dos círculos tomé proporcionalmente dos medidas: A los policías y zorreros, cada vez que tengo una oportunidad los enseño, porque soy un convencido de que es la única manera de sacarlos de su pobreza, tanto económica como mental.
A los señores del poder ejecutivo, legislativo y judicial no les he aflojado la mano ni un segundo, porque son los mayores responsables de que los pueblos carezcan de educación y cultura.
A los de la aseguradora les dije adiós para siempre, cancelando todas las pólizas de seguro de mis autos y otras propiedades, porque al poder debe enseñársele apretándole el bolsillo.
Con estas dos medidas estoy demostrando que soy una persona
tolerante pero no resignada, porque serlo es simplemente un paso más, para
convertirnos en mendigos de sí mismo.