Los histéricos ocupados.

27.08.2013

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Que rico poder escribir un artículo como éste, porque en mis años vividos he tenido la gran opor­tunidad de conocer las más variadas y extremas formas de dirigir o ser subordinado.

Referirme a los que dicen que el día debía tener más de 24 horas, teniendo en cuenta las profesio­nes u oficios, sería interminable, por tanto, tomaré como referencia, las categorías dirigir y subordi­narse.

No existe un ser humano en la tierra escapado de cumplir con estos dos roles cotidianos, porque hasta el presidente de un país, debe respetar los poderes legislativo y judicial y tener muy en cuen­ta los estados de criterios ciudadanos y electorales y por qué no al periodismo, que en cualquier momento se puede convertir en el principal enemigo y causante de su fracaso.

Me referiré a todas aquellas personas que nunca les alcanza el tiempo, porque son la máxima expre­sión del comportamiento histérico.

Para un mejor entendimiento es preciso dejar bien claro, cuándo estamos hablando de una ac­titud histriónica o de una personalidad histérica, lo cual tiene rasgos comunes, pero en esencia son diferentes.

Una actitud histriónica es aquella que está su­jeta a una situación específica, donde tenemos la oportunidad de satisfacer las necesidades ególa­tras que todos en mayor o menor medida llevamos dentro, pero ello no constituye un rasgo estable e imprescindible en la expresión de la personalidad. Por tanto, si un día pierde la posibilidad de se­guir siendo excéntrico, no altera sustancialmente el comportamiento, porque se cuenta con los re­cursos volitivos suficientes para adaptarnos a una nueva situación.

Sin embargo, la personalidad histérica necesita alimentarse de su histrionismo en cada segundo de la existencia. Es un rasgo estable y resistente a los cambios. Forma parte del actuar diario, aunque las actividades y modos de interacción con el mun­do que les rodea sean cambiantes y con diferentes exigencias. En este caso, los distintos roles a cum­plir por el ser humano, no son los que determinan el comportamiento, sino los rasgos de este último, quienes marcan el camino para la solución de cual­quier actividad de la vida cotidiana.

Por tanto, si se refiere a una persona portado­ra de un trastorno histriónico de la personalidad, cualquier conducta egocéntrica poténcielo al cua­drado y dése a la tarea de concebir la resignación, porque cambiar el modo de pensar y actuar en una personalidad histérica, es tan incumplible como un viaje al centro de la tierra.

Nos queda entonces describir con claridad los que aún tienen remedio. Me refiero a los seres hu­manos con conductas histriónicas, motivadas fun­damentalmente por el medio en el cual se desen­vuelven a diario.

LOS SUBORDINADOS: Cuando usted vea a un empleado de oficina; por ejemplo, quedándose has­ta tarde en el puesto de trabajo o llevándose tareas para su casa, ni pregunte el por qué; puede con seguridad atribuirlo a:

Un deficiente coeficiente intelectual o una mala preparación ante las exigencias del puesto que desempeña. Ambas son como el estudio para des­cartar trastornos orgánicos en una posible histeria de conversión. Si los resultados son negativos, no dude; estamos en presencia de una conducta his­triónica, donde nos hemos pasado el día en el chis­me presencial, por teléfono, o por internet, porque el jefe está ausente, o distraído.

Si así fuera, casi al terminar la jornada laboral vemos a estas personas trabajando de manera ace­lerada y desmedida, lo cual constituye el preludio de la actitud histriónica, siendo sellada con broche de oro, cuando trabaja horas extras innecesaria­mente. Lo que debía ser un demérito, se constituye en un mérito totalmente inmerecido.

Estos trabajadores se caracterizan por caminar rápido, ser intranquilos por excelencia, pararse de su puesto con relativa frecuencia, tener cierto desorden en la mesa de trabajo... Todo con el obje­tivo de llamar la atención sobre la carga de labores a realizar, donde por supuesto, el día no le alcanza. Aunque sean medios retrasados o distraídos men­talmente, todos los percibimos como personas inte­ligentes y capacitadas.

LOS DIRIGENTES: Dirigir no es un medio para excentricidades, sino una oportunidad para de­mostrar que somos capaces. Así debía ser, pero desafortunadamente en muchas oportunidades no lo es. Por ejemplo, una de las condicionantes faci­litadoras de la presencia de subordinados portado­res de conductas histriónicas, es exactamente un dirigente ausente o distraído.

Cuando está en actividades no relacionadas con sus responsabilidades diarias, por lo general anda con una amante y los celulares apagados, porque en el lugar que está, se le prohíbe hablar por telé­fono. Es sabido que, haciendo el amor, resulta un poco desconcentrante contestar una llamada.

Cuando permanece en el centro de trabajo, pero no está atento al chisme de sus trabajadores, es porque precisamente está en el propio; muchas ve­ces chateando por internet, para precisar el lugar y hora donde supuestamente va a hablar de negocios con su amante.

Este dirigente se caracteriza por regresar al cen­tro de trabajo antes de la hora de culminación de la jornada laboral. Entonces empieza a afectar a to­dos sus subordinados pidiéndole informes o dicién­doles que deben quedarse después de las seis de la tarde para un despacho, en el cual discutirá lo que debió hacer entre las 8:00 a.m. y las 5:00 p.m.

A las diez de la noche, desde el parqueo vemos las luces de su oficina encendidas. ¿Será para que todos exclamemos? ¡Es verdad que trabaja! Pobre, no tiene tiempo ni para dormir, o también estará incluido llegar tarde a la casa para evadir las res­ponsabilidades como esposo o padre.

Este tipo de dirigente es el que nunca coge va­caciones. ¿Para qué? Si su vida es un eterno des­canso. Pero lo más gracioso es, que cuando tiene un trabajador muy eficiente, que sabe con certeza sobre sus actitudes histriónicas, lo ahoga de tareas y exigencias absurdas. ¿Será porque este obrero no es ególatra y puede descubrir fácilmente que sus méritos son exactamente deméritos?