La impuntualidad histriónica.

14.10.2014

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Uno de los comportamientos histriónicos más comunes en la actualidad, es precisamente la im­puntualidad. Este hábito de muy mal gusto, se ha generalizado en todas las esferas de interacción del ser humano y a todos los niveles; destrozando la planificación individual y ocasionando daños incal­culables. Sobre todo, de salud, económicos y socia­les.

Es un irrespeto vulgar golpeando nuestra au­toestima, en cada minuto de la existencia, desde que salimos del hogar y hasta el regreso.

El tiempo es oro y cada minuto equivale a un gramo. Cuando usted es impuntual es como si es­tuviera robando. Siempre sea cumplido, porque respetar lo ajeno es digno de admiración.

Son infinitos los ejemplos posibles, para descri­bir a estos ladrones histéricos, pero bastan unos pocos para que cada uno individualmente recuerde su comportamiento como víctima o victimario.

Si vamos a una agencia bancaria, sólo funcio­nan el 33 % de las cajas de atención al público. Sin embargo, observamos de manera sádica, al resto de los cajeros conversando de cualquier tema. Por supuesto, siempre alejado del derecho que tiene todo ciudadano a ser atendido con prontitud, por­que para eso paga un impuesto también totalmente desproporcionado. Pero lo más interesante, es la cantidad de conflictos generados por cualquier re­clamación. Es como si quien está esperando, fuera el culpable de tanta irresponsabilidad y menospre­cio a los derechos ajenos.

Cuando tenemos el enorme privilegio de tomar­nos unas vacaciones, pagando un pasaje aéreo con costos inalcanzables, resulta que el avión puede atrasarse fácilmente tres horas, donde tampoco recibimos ninguna gratificación. Si por casualidad vemos algún pasajero reclamando. Por supuesto, con todo su derecho; la atención recibida siempre es en tono imperativo y cortante: "No es respon­sabilidad nuestra". Lo más curioso resulta, cuan­do nos dirigimos a otro funcionario. La respuesta sigue siendo la misma y si al arribar al avión le preguntamos a la tripulación, pareciera escuchar un CD con igual redacción a la anterior. ¿De quién es la responsabilidad? No se sabe. Pero de lo que sí estamos claros, es que hemos perdido tres horas de hotel y se ha afectado nuestra economía com­prando alimentos dentro del aeropuerto, a precios enloquecedores.

¿No sería razonable que estas compañías se hi­cieran responsables de todos los gastos y además, nos pagaran una indemnización como compensa­ción a los contratiempos y desagravios?

En este caso estamos hablando de vacaciones. Pero, ¿cuántos de los que hoy están leyendo este artículo, al igual que yo, han perdido grandes ne­gocios por ser impuntuales producto de la impun­tualidad de otro?

Las impuntualidades no se pagan con disculpas, porque por lo general éstas resultan más molestas que la propia impuntualidad. Se pagan tomando todas las medidas para no afectar la estabilidad de los semejantes y hacer de cada uno de nues­tros contactos algo placentero, lleno de respeto y seriedad, lo cual garantiza ecuanimidad, amabili­dad y cordialidad en las relaciones interpersonales a cualquier nivel.

¿Quiere un irrespeto más grande que cuando un Médico cita un paciente y lo hace esperar, a veces hasta una hora? Esto, no sólo es una falta de ética médica. Sino además, debíamos considerar muy en serio las alteraciones provocadas a la salud de los pacientes. Desde un aumento patológico de cate­colaminas, hasta la variabilidad de los niveles de glucosa y de tensión arterial... Sin considerar los enormes daños psicológicos. Porque ante estas si­tuaciones, el paciente se siente no sólo irrespetado. Sino más que todo, menospreciado y considerado un objeto tirado en una silla.

Una impuntualidad como esta no tiene perdón y debe ser sancionada severamente, porque además de que el paciente ya está molesto cuando entra al consultorio, debe sonreír y tratar al Médico con todo el respeto que no debiera merecer un irres­ponsable. Sería muy bueno que en cada una de estas consultas le agregáramos al especialista los síntomas adquiridos durante la espera. Pero ade­más, se lo hiciéramos saber.

Si damos vuelta a la hoja, también nos encontra­mos con pacientes llegando tarde a las consultas de su Médico. Varias pueden ser las razones:

Alto grado de irresponsabilidad, por problemas puramente organizativos. En estos casos, muchas veces es salvable la situación, porque son personas necesitadas de alguien para hacerle consciente el daño que produce a su estabilidad bioenergética, ese estilo de vida informal.

Están los que de alguna forma buscan destacar­se y dejar una huella en quienes lo conocieron. Es­tos pacientes son portadores de rasgos histéricos de personalidad y gozan del deseo condicionado de llamar la atención. Desgraciadamente, en mis más de 30 años atendiendo pacientes, éstos hay que soportarlos por siempre y para siempre, con ese histrionismo irremediable.

Los impuntuales más delicados son los arro­gantes. A estos hay que esperarlos siempre. Cuan­do más puntuales son, llegan a la cita un minuto tarde y si el especialista está atrasado unos cinco minutos, sus exigencias son típicas del "olvido" de que a las tres consultas anteriores ellos llegaron retardados.

Este es un artículo que da para escribir un libro de mil páginas, sobre todo si ponemos los dos tér­minos del título en dependencia el uno del otro.

¿Cuántas enfermedades pueden tener lugar por el solo hecho de tener que esperar por la impun­tualidad de otro? O ¿Cuántas enfermedades e in­fortunios provocan las carreras y apuros innece­sarios, cuando ya es inminente que vamos a ser impuntuales?

No pierda de vista al ladrón de minutos en su vida, cuantifíquelos y verá que al final de mes, has­ta sus mejores amigos son portadores de una enor­me deuda con usted. No tanto económica, sino de respeto y consideración a su autoestima.