Hipocondrías. Primera parte.

25.09.2012

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Uno de los objetivos fundamentales de cualquier investigación en el campo de las ciencias médicas y psicológicas, significa llegar a la esencia del comportamiento humano. Es decir, comprender la causa del surgimiento de toda actitud, las leyes que la regulan, las contradiccio­nes que le son propias, unidas a las tendencias del desarrollo y sus propiedades determinantes.

La Psicofisiología Diferencial es la única rama de las neurociencias que nos permite cumplir tan ambicioso objetivo, porque mediante sus preceptos teórico - prácticos, podemos investigar y describir profundamente, no sólo lo cuantitativo, sino tam­bién lo cualitativo de todos y cada uno de los fenó­menos fisiológicos y psicológicos, desde el punto de vista de su organización biológica.

En este sentido es de extraordinaria importancia considerar la intervención de los mecanismos com­pensatorios de la personalidad, ante situaciones generadoras de tensión psíquica, tales como las surgidas en el padecimiento de una hipocondría.

Estos pacientes utilizan preferencialmente el mecanismo compensatorio de la personalidad tipo sensibilización o acentuación. En lugar de defen­derse perceptualmente de sus ideas ficticias sobre la presencia de una enfermedad amenazadora de la estabilidad física y psicológica; exageran su per­cepción, apareciendo cierta ansiedad y depresión, sin posibilidad de freno o autocontrol.

La personalidad hipocondríaca carece de recur­sos psicológicos para poder eliminar la obsesión. De ahí el carácter crónico de esta enfermedad.

Cuando están en presencia del especialista, pa­recieran haber comprendido lo incorrecto y dañino de sus apreciaciones personales, pero este estado tiene muy corta duración.

Como le dije a la señora María Utrillas, en una entrevista por Canal City TV, en la República de Colombia: Los consejos profesionales duran en la memoria de un hipocondríaco, tanto como un me­rengue en la puerta de un colegio. Jamás se in­teriorizan lo suficiente, como para establecer un mecanismo de defensa adecuado, con el fin de eli­minar la sintomatología. Lo cual es muy lamenta­ble, porque la percepción ficticia de padecer una enfermedad, por lo general lleva a una automedi­cación innecesaria.

En el hipocondríaco reinará de por vida una sen­sibilización exagerada. Siempre con la posible pre­sencia de una enfermedad, que puede resultar pe­ligrosa para su estabilidad fisiológica, psicológica o social.

El preciso diagnóstico de esta enfermedad no re­sulta nada fácil. Debe contar con varios requisitos para evitar posibles errores, capaces de estigmati­zar a un paciente para el resto de su existencia:

  • Estar bajo el temor de sufrir una enfermedad, o la firme convicción de padecerla.
  • Comprobar con certeza que realmente no está presente un cuadro clínico que justifique la existencia de la enfermedad.
  • Diferenciar con precisión no estar delante de una personalidad simuladora o utilitarista.
  • Llevar más de tres meses refiriendo la misma sintomatología.
  • Constatar mediante estudios psicológicos si se trata de una personalidad con tendencias ob­sesivas en el comportamiento. Tales como: Te­ner una historia clínica minuciosamente orga­nizada, estudios evolutivos de tensión arterial, frecuencia cardíaca, temperatura, registro de ensueños con sus posibles interpretaciones, ob­servaciones exageradas sobre el estado físico de la piel, el cabello, las uñas... y que además sien­ta cierto estado de satisfacción inconsciente por tener tantas patologías.
  • Presencia de angustia con matices de tristeza o depresión.
  • Diagnóstico diferencial; muy fino, para determi­nar causa efecto. Es decir, si la obsesión sobre el síntoma físico, llegó a alterar verdaderamente la fisiología del paciente.