Covid-19. Sinónimo de la chancleta de los años 60 y 70.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
Quien haya leído, aunque sea uno de mis libros, es testigo de todo lo agradecido que le debo estar a la aparición de la COVID-19; porque lo único negativo que ha tenido son las muertes sufridas, y todos sabemos que la responsabilidad no es absoluta del virus. Él ha sido el menos culpable. Sin embargo, si a este virus se le hubiera conducido de manera correcta desde su aparición, mundialmente hubiéramos perdido la oportunidad de recapacitar ante la vida que estábamos llevando. Algunos ejemplos pueden ser esclarecedores:
- En mi vida profesional he podido constatar los más terribles malos olores: en los genitales, en los pies, en las axilas, en el cabello, y por qué no en todo el cuerpo de un ser humano. No existen dudas. A eso se le llama falta de aseo. Efecto y consecuencia de más del 80 % de todas las enfermedades producidas por hongos, bacterias y virus fundamentalmente.
- Cuando a un paciente portador de una enfermedad psicosomática, le he alertado de no taparse con cobijas sin lavar por más de 7 días; en muchas ocasiones me ponen los ojos parecidos al pájaro loco. Sin expresiones: ¿Qué tiempo sería el ajustado para definir desde cuándo no se lavan? Esta aseveración nos da lugar a otras interrogantes: ¿Cuándo se asean los zapatos, las medias, las ropas interiores y exteriores...?
- Antes del virus uno iba por la calle y podían fácilmente estornudarle o toserle en la cara. Sin ser suficiente, se podía comprobar que muchas veces el resultado de tal comportamiento terminaba con una enorme escupida en las aceras.
- Como todos mis lectores saben; Yanet y yo viajamos en avión con mucha frecuencia. Les contaré una anécdota: en nuestro último viaje a Europa en 2018, cuando aún ni se soñaba con la aparición de la Covid-19. Al subirnos al avión nos colocamos tapabocas (como siempre). Si alguien lo hizo antes del SARS-CoV- 2, debe recordar con mucha nitidez, que a uno lo miraban como a un bicho raro. Sin embargo, quién con un poquito de pulcritud es capaz de soportar que le tosan en la cara, se sacudan la nariz de manera estruendosa y más tarde le agarren de su asiento por la parte trasera sin pensar tan siquiera en lavarse las manos. Si es que acaso alcanzaron a taparse la boca.
- Quién podrá olvidar uno de los tantos abrazos cariñosos, donde además de darle un beso a uno en la cara, se restregaban los cachetes como sinónimo de expresión de afecto. En ese agradecido comportamiento quedaba nuestra cara con protector solar, maquillajes de distintos colores, cremas antiarrugas, y como si fuera poco, todos los radicales libres endógenos y exógenos cargados durante horas o días, por no haberse aseado correctamente el rostro.
- Ni que hablar de la halitosis, sobre la cual yo tengo mi propio concepto, por tanto, voy a obviar un poco los criterios de algunos profesionales, cuando se refieren a un mal aliento fuera de la competencia de su portador. Gracias tapabocas. Nos consumen el oxígeno, pero a pesar de todo, que felicidad.
- La falta de afecto, nos está llevando progresivamente a tener cada día más mascotas a nuestro alrededor. ¿Quién se ha perdido el privilegio de pisar el excremento de uno de estos animalitos, en parques, aceras, parqueos, etc.? Y como consecuencia, darnos cuenta cuando hemos ingresado al auto o algún buen amigo nos lo ha entrado a nuestra casa. Gracias Covid-19, porque nos has enseñado a asear los zapatos y dejarlos al entrar a nuestras viviendas. No es cuestión de higiene solamente. Con ello evitamos un sin número de enfermedades; entre las más comunes: toxoplasmosis, toxocariosis y otras aún peores.
- Los seres humanos nos encantamos al invitar a nuestros amigos a un buen almuerzo, cena, merienda, etc. ¡Que gesto más noble y hermoso! ¿Cuándo se complica la invitación? En el momento en que todos hablamos sobre nuestros alimentos y los del vecino de nuestra silla. Ya sabemos lo que es capaz de trasmitir la saliva. Gracias Covid-19, porque cuando decidimos quitarnos el tapabocas, al menos nos exigen estar a cierta distancia de nuestro similar, donde apenas las escupidas nos alcanzan.
Serían interminables las enseñanzas de este virus, cuando de higiene y epidemiología se trata. ¿Será que éstas se mantienen con el tiempo? O tendremos que sufrir experiencias similares para interiorizar que una cosa es ser un ser social, y otra muy distinta, es olvidar las reglas más elementales de convivencia humana.
Como siempre. Un abrazo para todos y uno para mí, y que Dios nos siga protegiendo.
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