Enuresis infantil.

14.05.2013

Por: Mariano Cañizares Parrado.

Quiero comenzar resaltando que no todas las ve­ces, la enuresis es una enfermedad. Por mi expe­riencia clínica puedo asegurar que en más del 95%, después que se arriba a una edad superior a los cinco años, es constitutivo de una naciente altera­ción del comportamiento y cuando se sobrepasa de los nueve, sin dudas, es un trastorno histriónico de una personalidad en formación.

La enuresis es un término médico empleado para conceptualizar las perseverantes micciones "invo­luntarias", tanto diurnas como nocturnas. Éstas pueden ser primarias, cuando nunca se ha podido controlar el esfínter vesical, y secundarias cuan­do después de haberlo controlado por un tiempo aproximado de seis meses ininterrumpidos, se vuelve a padecer de manera regular.

Son múltiples los tratamientos utilizados, tan­to activos como pasivos, pero realmente el éxito suele ser muy cuestionable en cualesquiera de las dos modalidades. Inclusive, los activos pueden de­jar alteraciones secundarias del sistema nervioso como: Hiperkinesias, distractibilidad de la atención y hasta ciertas alteraciones de las distintas fases del sueño. Los pasivos por su parte, ayudan sin margen de error, a cultivar de manera acelerada los comportamientos histéricos.

En mi vida profesional de tres décadas, he podi­do comprobar mediante estudios experimentales, que después de descartar la posible presencia de un daño orgánico, el cual es inferior al 3 %, el mé­todo más efectivo en el tratamiento de la enuresis infantil, es aquel que afecta la complacencia ejecu­tiva de los motivos dominantes de conducta en el niño, según las características de la edad física y psicológica.

Ejemplo; un niño de nueve años, al día siguiente de orinarse en la cama por la noche, se le pueden hacer las siguientes prohibiciones:

Después de lavar correctamente toda la ropa de cama que fue afectada por el "supuesto involunta­rio" control del esfínter vesical, pasarse el resto del día sentado, sin acceso a ningún aparato electró­nico que le pueda disipar la intensidad del castigo.

Para la ejecución de este acto educativo, deben cumplirse ciertas reglas, capaces de evitar trastor­nos futuros del comportamiento. Siempre teniendo presente que la única línea afectada sea la expre­sión de los motivos dominantes de conducta para esa edad, por tanto, deben cumplirse los siguientes requisitos:

  • El asiento donde permanecerán durante el día, debe tener todas las comodidades. Recuerden que el castigo no es sinónimo de tortura. En este caso el objetivo a perseguir está orientado a que el niño perciba con total claridad, que sólo se le está privando de la libertad, como consecuencia de su indolencia en el comportamiento.
  • El asiento debe estar ubicado en un lugar neu­tro, con control adecuado de las variables in­tervinientes, capaces de evitar la formación de reflejos condicionados patológicos.
  • No debe permitírsele visitas de amiguitos, ni meriendas extraordinarias que satisfagan sus instintos predominantes, o predisposiciones in­conscientes, sino garantizar sólo aquellas, que ofrezcan una correcta y óptima nutrición.

El comportamiento de una variable independien­te bajo control; con el objetivo de no afectar los es­tudios del menor, consistía en permitirle asistir al colegio, aunque se orinara en la cama el día ante­rior.

Extraordinariamente curioso fueron los resulta­dos: En los días hábiles escolares, había ausencia del control del esfínter vesical en un 80 %, mien­tras que los fines de semana, en su totalidad había control del esfínter. Más aún, quedaba completa­mente demostrado, la presencia de una naciente personalidad histérica, donde lo fundamental eran las ganancias individuales, sin importar el sacrifi­cio de los demás.

En estos casos se hacía necesaria la presencia de un Psicólogo, para conseguir hacerle conscien­cia al niño de su evidente trastorno de conducta y en muchas oportunidades fue necesario solicitar la colaboración de los colegios, buscando garantizar la continuidad en su formación académica.

Es oportuno destacar, que jamás se puede ofre­cer capacitación al niño bajo las condiciones de castigo, porque puede crearse el reflejo condiciona­do de percibir el estudio como un acto de hostili­dad, lo cual puede repercutir negativamente en los resultados escolares futuros.

El especialista debe ser un amante de la psi­cología integrativa. Para evitar errores por des­conocimiento. La experiencia que tengo con los superespecializados es muy negativa. Por tanta es­pecialización dejan de ser especialistas.

Siempre busquen al especialista para que los oriente, no para que los gobiernen. Miren cuántas consecuencias estamos sufriendo en estos momentos, por la mal llamada independencia del adoles­cente, cuando un Psicólogo nos ha culpado de los conflictos hogareños entre hijos y padres, porque debemos respetar los espacios privados de nues­tros hijos. Ahí ha aparecido una variable ajena in­terviniente no controlada por el especialista: La in­ternet.

En mi libro: "Quien me lee no enferma". En el capítulo titulado: "Ensueños de adolescencia, des­piertan consciencia de inseguridad". Ubicado en la página 130, expresé: "Es de importancia extrema dejar claro que el inicio de cada etapa de nuestra existencia, establece características totalmente pe­culiares, específicas, transitorias, pero no por ello estamos aptos para lograr la tan ansiada "libertad e independencia del adolescente". Por lo general aparentan terminar esta etapa y siguen prendidos del cordón umbilical".

Si hacemos de un hijo con padecimiento de enuresis psicológica, una persona dependiente afectivamente, por medio de pasaditas de manos cariñosas y palabras de comprensión hacia su comportamiento, puede estar absolutamente segu­ro; cuando comience a sentir vergüenza al orinar­se en la cama, sustituirá esta conducta por otra de similar intensidad, con el objetivo de seguir lla­mando la atención y garantizar la tan beneficiosa dependencia.

Las conductas histéricas, aunque en formación, tienen un pronóstico muy reservado, pero si desde los primeros estadios del desarrollo ontogenético de la personalidad, utilizamos terapias de choque, afectando la esfera motivacional del infante, las posibilidades de formar una adecuada dirección y orientación del comportamiento, se multiplican.