El principal enemigo de un obeso. Segunda parte.

11.03.2021

Por: Mariano Cañizares Parrado.

No fue difícil ponerme al lado del obeso, porque llevo muchos años atendiéndolos y ocasionándoles mucha felicidad. Tampoco sufro de la incapacidad de decir lo que sienten, porque a los 9 años ya pesaba 163 libras. Era el gordo del aula con todos los sufrimientos del bullyng y la incapacidad para comportarme como un niño de esa edad. En la adolescencia y hasta que me gradué de la universidad llegué a pesar 210 libras con sólo 1,76 m de estatura.

Quise ser el ejemplo para mis pacientes y perdí 67 libras en sólo seis meses. Fui mi primer paciente. Comprobé que mis ideas funcionaban sin la presencia de ningún componente químico, al no ser los efectos causados por una correcta alimentación, en dependencia de mi estado de salud física y mental. En aquel momento no había descubierto las 52 terminales nerviosas del sistema nervioso somático, que hoy me facilitan provocar en mis pacientes, una oxidación acelerada de todos los lípidos y los glúcidos, convirtiéndolos en hidratos de carburo y en agua, lo cual es eliminado por la función renal, facilitando una pérdida de peso muy acelerada. Es decir, esas 67 libras mencionadas las bajé sólo bajo el efecto del cumplimiento estricto de los ritmos biológicos.

En esa oportunidad llegué a mi peso máximo. En el año 2005, ya dominando la digitopuntura sensitivo motora, logré alcanzar mi peso medio, y el año pasado, aún inconforme, arribé a la meta que siempre me propuse (62 kg), 43 kg menos que cuando contaba con 22 años de edad. Hoy a mis 68 años puedo hacer muchas cosas vedadas para mí cuando apenas salía de la adolescencia.

Nunca más volví a engordar ninguno de los kilos perdidos y ya se sobrepasan los 46 años manteniendo el peso deseado. ¡Qué triste realidad! Me sentía como un anciano con edad de bebé, sólo por la obesidad. Este estado comparativo me ha hecho arribar a la más sabia conclusión de mi vida profesional: "Mientras más años cumplidos, menos peso a cargar".

Nunca dejé que mi principal enemigo llegara a agredirme. Estaba convencido que si no llegaba a mi peso ideal, volvería a aumentar, por eso hice caso omiso a todos los elogios que fortalecían mi autoestima: "Estás muy bien". "No sigas bajando, luces precioso". Mi mamá me decía: "Hijo, ya lo tuyo es una obsesión compulsiva, te ves enfermo"... Eran interminables las frases invitándome a abandonar el tratamiento, pero siempre pensé: Mi principal enemigo no son mis sufrimientos de obeso, sino incorporar a mi mente las frases que supuestamente elevan mi autoestima, haciéndome creer que ya es suficiente.

No dejaba de ser cierto; me sentía muy bien, pero siempre tuve la esperanza, que una vez alcanzado mi peso ideal, me sentiría mejor. Este sostenido criterio me llevó a ser condecorado con la Medalla Forjadores del Futuro, por mi aporte sobresaliente en las investigaciones científicas, al publicar una titulada: "La optimización y el hombre óptimo".

A todos los pasaditos de peso les sugiero. Cuando comiencen un tratamiento para perder los kilos de más, nunca desistan hasta alcanzar el peso ideal, porque se invertirán los polos y entonces sus principales enemigos volverán a ser los sufrimientos de un obeso, que sólo nosotros comprendemos.

Como siempre. Un abrazo para todos y uno para mí, y que Dios nos siga protegiendo.