El pastor y las ovejas.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
BASTA YA DE ENCIERROS ABSURDOS.
No vayan a pensar que se trata de los famosos pasajes de la biblia, incluyendo la enseñanza de la oveja extraviada. Son sabios y como tal, nos invitan a la reflexión. Sin embargo, hoy quiero ponerlos a pensar sobre un paralelo necesario, que también he decidido titularlo: EL PASTOR Y LAS OVEJAS.
El buen pastor, no es aquel que deja a las ovejas cerradas en un cuartón y le corta el pasto para llevárselo de manera gratuita a su encierro. Ni tampoco es aquel que por temor a que la libertad de salir a pastar, pueda ocasionar el posible extravío de uno de los miembros del rebaño, y porqué no, hasta contagiarse con alguna enfermedad.
Esa aparente sobreprotección, demuestra muchas cosas ocultas del pastor. Ninguna buena para el colectivo de ovejas.
Ante todo, nos muestra su poca capacidad para educar al rebaño. Es decir, sacarlos del confinamiento, pastorearlos y formarles tantos reflejos condicionados, hasta que sólo de abrirles la puerta, cada oveja sepa lo que debe hacer, y como si fuera poco, sin regañarlas, ni castigarlas. Que ellas sepan la hora correcta para regresar al cuartón sin disgusto, porque no lo ven como un castigo, sino como un medio inteligente de auto protección.
También deja al descubierto su inseguridad y ausencia de autoridad. Cuando usted impone, vence, no convence.
Esa salida le provoca a cada oveja individualmente y de manera colectiva, respirar la libertad de elegir cuál es la hierba que gusta comer. Saltar y subirse encima de la piedra que ella eligió, no la que le dijo el pastor.
Esa salida le permitió correr, oxigenarse, fortalecer sus músculos, y desarrollar anticuerpos para evitar cualquier enfermedad.
Esa salida, la hizo dormir tranquilamente, porque ante todo, dejó de pensar en el encierro, se sintió segura y dueña de sí misma y de sus decisiones, las cuales serían correctas, porque ha recibido instrucción.
Claro está. La libertad exige sacrificio. Y hay pastores a los que no les gusta pastorear, ni enseñar, ni convencer. Sino, holgazanear, reprimir, castigar e imponer. Sin dudas, es más cómodo para el pastor. Sobre todo, cuando hasta el pasto que regala no le costó nada cultivarlo, y el mendigo de sí mismo que lo entrega, tampoco le cuesta su servicio.
Siendo consecuente con el paralelo de esta fábula. Es muy fácil para un presidente, gobernador o alcalde, atrincherar al pueblo con cuarentenas, toques de queda, y en casos más abusivos aún, hasta con barricadas, para que no se le salgan sus ovejas.
También es muy cómodo no tener que pastorear a los miembros de su comunidad, porque están encerrados, y si alguna oveja se le ocurre saltar la barricada, está presente, no el convencimiento, sino la represión y la sanción, que además le da dividendos para seguir regalando la hierba.
Y lo más horrible: Cuando una oveja es autorizada para abandonar el rebaño, es fumigado como un bicho malo, donde las consecuencias para la salud son realmente nefastas, porque sirven de caballo de Troya para transportar el virus. El cloro reacciona mezclado con agua dentro y fuera del cuerpo, dando lugar a la formación de ácido clorhídrico y ácido hipocloroso. Ambos son extremadamente tóxicos. Esta toxicidad puede causar una sintomatología florida en muchas partes del cuerpo. Entre las más importantes: Dificultad para respirar, inflamación de la garganta, e inclusive, acumulación de agua dentro de los pulmones. Los ácidos antes mencionados hacen posible que se pierda el equilibrio ácido básico, primando la acidificación, lo cual es un terreno abonado para que el COVID-19 agarre fuerza y sea aún más mortal. Además puede conducir a un daño a veces irreversible en todos los órganos del cuerpo, pero más aún en los pulmones y los riñones. Cuando está de base una alergia, pueden haber inclusive vómitos, presión arterial baja e irritación en ojos y vías respiratorias, con posibles edemas de la glotis. Los intervalos de normalidad de la concentración de cloro en sangre son extremadamente bajos (96 a 106 miliequivalentes por litro). Por tanto, no se daña sólo quien se lleva su auto cargado de esa toxicidad para su garaje, sino los que habitan cerca de donde se tiene ese derrame permanente, están corriendo serios riesgos de enfermedad respiratoria, dermatológica y renal fundamentalmente.
Qué horrible realidad la que estamos obligados a cumplir todas las ovejas, sólo por la incapacidad y la comodidad del pastor que nos tocó.
Como siempre. Un abrazo para todos y uno para mí, y que Dios
nos proteja.