El fanático.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
Para disfrutar la lectura de este artículo, primero debe concentrarse, por ejemplo: En un miembro de las barras bravas del fútbol en cualquier parte del mundo. En un fiel y apasionado admirador de un dirigente político. De alguien que irrespeta la individualidad de pertenencia a un criterio religioso, y un sin número más.
El fanático posee la firme convicción de que él es el único conocedor de la verdad. Jamás acepta discrepancias. El absolutismo ciego y obstinado, crea a un ser terco, con muy poca flexibilidad del pensamiento. Su verdad es absoluta. Por tanto, no admite análisis ni reproches. Es el producto terminado de la realidad.
Sólo reconoce los extremos: Dios y el Diablo, malo y bueno, negro y blanco... Todo aquello que escape de este esquema, requiere urgente y radical rechazo, y en muchas ocasiones su eliminación mental y física; según lo requiera.
El fanático es autoritario y autocrático. Impone su criterio por el medio que sea necesario y discrimina fuertemente a quienes no lo comparten.
Sin embargo, el hecho de poseer todas estas características, aparentemente propias de alguien poco inteligente, no es tan así; este hecho requiere un análisis mucho más profundo de lo que cualquier persona pudiera imaginar.
El coeficiente intelectual no necesariamente debe ser equitativo con la idiotez, estupidez, imbecilidad e ignorancia. Son términos que, desde el punto de vista psicológico y social, en muchas ocasiones están muy distantes.
El fanático no puede tener retraso mental, porque le impide justificar con vehemencia sus fantásticas ideas y criterios. Pero tampoco posee un coeficiente intelectual elevado, porque entonces no fuera fanático.
Es más que todo una persona con predisposiciones a determinados trastornos del comportamiento y enfermedades, como: la idiotez y la imbecilidad.
La idiotez tiene acepciones diferentes en la clínica y lo social. Por supuesto, un fanático no posee la caracterización clínica, porque no están ausentes sus facultades mentales e intelectuales, sino más que todo, carece de actitudes autorreguladoras, como rasgos de personalidad. Está ausente la reflexión y la razón, lo cual hace que estos individuos actúen de manera tonta y simplona. Son altamente sugestionables, lo que los convierte en personas dependientes de sus propias ideas, pero más que todo, de quienes son más habilidosos que ellos.
La imbecilidad del fanático está dada, porque su alto nivel de sugestionabilidad les bloquea la paciencia para instruirse convenientemente sobre cualquier tema. Se motivan demasiado con la primera idea y eso es suficiente para comportarse de forma ignorante.
En el año 1994, la prestigiosa presentadora de la televisión argentina: Ethel Rojo, me invitó a su programa de televisión, para tratar los problemas ocasionados por las adicciones a determinados tipos de alimentos.
Como el tema es tan amplio, en alguna oportunidad expresé: Las adicciones en muchas oportunidades forman parte de conductas fanáticas; momento que aprovechó Ethel para interrumpirme y hacer una pregunta algo comprometedora.
Doctor: ¿Cree usted que los políticos son fanáticos? Medité, porque fue muy inesperado, pero sin ninguna inseguridad le contesté: Son muy pocos los políticos fanáticos, pero muchos los fanáticos que los siguen. Desgraciadamente. Por eso la humanidad retrocede por día, en lo referente a valores y virtudes sociales.
Me replica: ¿Entonces, los tontos son los que siguen a los políticos? Respondo: Sin dudas, pero los prefiero, porque aunque simples e ingenuos, al menos actúan por convicción.
A partir de estas respuestas y como el programa fue de una hora, con pequeños intervalos de música, interpretada en vivo por el cantautor Atahualpa Yupanqui; hubo mucho tiempo para otras interrogantes, no tan cercanas al tema programado inicialmente.
Siempre me he caracterizado por responder las preguntas en forma de proverbios, porque los considero la máxima capacidad, para ofrecer respuestas amplias en pocas palabras. Odio la verborrea y la verbilocuencia. Quizás por eso no me gusta la política.
Por ejemplo: Ante la interrogante de si practicar una religión era un fanatismo, le respondí: No es fanático quien practica una religión, sino el religioso que hace de la fe un fanatismo.
Es aquella persona que todo lo relaciona con la biblia, Dios, el mal y el bien, su artista o deportista favorito... Cualquier tema que se trate, da vueltas hasta que volvemos a lo mismo. Es como si intentaran convencer a cuántos le rodean, sobre su verdad, y quien se aferra a una idea como única y verdadera, no une, separa.
El fanático desarrolla una personalidad típica desde los primeros estadios de la infancia. Son niños soñadores, entusiastas, dinámicos, comunicativos, vehementes, colaboradores... rasgos que aparecen acompañados de cierta hiperkinesia, con marcada distractibilidad del proceso de la atención, sobre todo en actividades que se alejan de sus ideas primarias.
Con el pasar del tiempo estos rasgos de personalidad se van acentuando y si son coincidentes con un temperamento colérico, apasionado, mixto o sanguíneo, hay que tener cierto cuidado, porque cuando llegan a la juventud, pueden inclusive matar, por el solo hecho de defender su criterio, aunque el tema no lo amerite.
En ese mismo programa con la señora Ethel Rojo, di una pequeña disertación sobre si el fanático es una persona enferma. Concluí con un proverbio: Ser demasiado entusiasta es estar a un paso del fanatismo, si damos dos más, caemos en la enfermedad.
Como siempre. Un abrazo para todos y uno para mí, y que Dios
nos siga protegiendo.
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Nota del autor:
Este artículo ha resultado un filtro, donde se han auto diagnosticado algunas personas.
Quiero aclarar: Yo no he dicho quién es fanático. Yo he descrito a un fanático. El que le ha servido la saya que se la ponga, pero a estas personas quiero decirles que jamás le faltaré a la ciencia, porque ella ha venido a quitarle muchas responsabilidades a Dios.
DIOS GUÍA MI CAMINO, PERO LA CIENCIA ME HACE VER CON MUCHA CLARIDAD, LA REALIDAD QUE NOS HA TOCADO VIVIR.