El desacostumbrado.
Por: Mariano Cañizares Parrado.
No es tan fácil establecer un concepto capaz de abarcar una definición completa sobre un estilo de vida. Es tan amplio que abarca desde la definición de personalidad individual, hasta la de los intereses, comportamientos y conductas de un grupo, colectivo o sociedad, etc. Es tan complicado que define y caracteriza a cada ser humano según sus motivos dominantes de conducta.
Pero si difícil es hacer una definición del concepto: Estilo de vida, más complicado es, ser consecuente con la elección permanente. Es decir, ser estable en el cómo queremos vernos y ser percibidos por los demás.
Según la apreciación de muchos de los que me conocen, soy un desacostumbrado. Sencillamente porque no soy parte del común. Estilo que decidí comenzar hace más de 40 años, y que cada día me da la convicción de que se pueden vivir más de 100 años gozando de una perfecta calidad de vida. Algunos detalles lo hacen posible:
- Soy un apasionado en el cumplimiento estricto de todas las leyes naturales de la vida: Me alimento cada dos horas y media, bajo un perfecto estado nutricional. Jamás consumo más alimentos de lo que exige mi estatura, peso corporal, edad y sexo. Entre las 6:00 a.m. y las 10:00 p.m. no le permito a mi cuerpo la predisposición ni siquiera, a un microsueño; mis horarios para dormir están ajustados a los ritmos circadianos. Desde que me levanto; después de eliminar mis toxinas a nivel respiratorio, de la orina y las heces fecales, mi primera tarea es un baño con agua a temperatura superior del cuerpo. Cepillarme los dientes y la lengua cada vez que ingiero alimentos, es un hábito que ya no puedo violar. Con el fin de establecer un perfecto equilibrio entre el anhídrido carbónico de la sangre venosa y el oxígeno de mi sangre arterial, hago hiperventilaciones varias veces en el día. Por muy ocupado que esté, nunca incumplo mi hora programada de actividad física. Soy un celador imperturbable de la interacción dinámica necesaria e imprescindible, entre mi mente y mi cuerpo, con las exigencias que nos imponen cada día, las diez fuentes energéticas que gobiernan al organismo humano. (Libro "Quien me lee no enferma"). Mi vida ha sido un constante entrenamiento de autorregulación, lo cual me permite controlar el más sutil estado emocional, y como si fuera poco, soy un convencido total de que los placeres me llevan a la inestabilidad. No me privo de ellos, pero he elaborado todos los recursos para controlar sus efectos dañinos.
- Cuando se dio la primera noticia sobre la aparición de la Covid-19 escribí: "Yo no me contagio". Ya estamos encima de los dos años de aparecida esta pandemia. No he dejado de consultar pacientes y llevo una vida personal y social activa. Una vez más le he demostrado al mundo, a la ciencia, a mi familia, a mis amigos, y sobre todo a mis pacientes, que el que practique mi estilo de vida, no enferma.
- Desde que tengo uso de la razón y dominio sobre ella, me he negado a las vacunas. Con la Covid-19 no ha sido la excepción. Mi estilo de vida me protege ante cualquier enfermedad, por muy invasiva que sea. Moriré demostrándolo, pero después que tenga mucho más de 100 años cumplidos. Ya voy por 69, y mi cuerpo no conoce bacterias, hongos, ni virus de ninguna naturaleza. El cumplimiento de las leyes naturales de la vida es el mejor medicamento que se ha inventado, porque el cuerpo es una máquina perfecta, imposible de superar. Cuando se trata correctamente, lo fabrica todo en su justo momento, en la dosis exacta y sin efectos secundarios. Es similar a un bunker impenetrable.
Como siempre. Un
abrazo para todos y uno para mí, y que Dios nos siga protegiendo.
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