Cómo crear defensas ante la Covid-19
Por: Mariano Cañizares Parrado.
El mundo no se ha detenido, sigue con su versatilidad acostumbrada. Quienes han alterado la dinámica de los distintos sistemas nerviosos, son los seres humanos. Desafortunadamente, no por voluntad propia.
Todo este proceso anormal, sin duda alguna, traerá serias consecuencias para la mente humana. Aumentarán de manera desproporcionada, los estados depresivos y ansiosos post cuarentenas, las obsesiones y los comportamientos paranoicos serán invasiones agresivas incontrolables, y los divorcios no le darán respiro a las notarias. Decididamente. Los especialistas de la mente humana, habremos perdido por mucho tiempo la posibilidad de disfrutar de unas vacaciones.
En el artículo anterior prometí escribir sobre cómo las cuarentenas están afectando las defensas del cuerpo humano. Para ser más ilustrativo, como siempre, partiré de algunos ejemplos:
Los médicos de antes; como suele decírsele a aquellos que terminaron de estudiar su carrera, hace alrededor de 40 años, cuando alguien llevaba un niño a sus consultas, porque estaban padeciendo de estados gripales muy frecuentes, inmediatamente hacían algunas preguntas:
1-. Su niño anda descalzo con frecuencia?
2-. Juega al aire libre, con el pasto húmedo, o con tierra?
3-. Suele estar abrigado, inclusive cuando no es tan necesario?
4-. Anda con mascotas y se revuelca con ellas en el piso mientras juega?
5-. Se baña con agua de lluvia, cuando empieza a llover? ...
Lo más interesante es, que las madres, pensando que todas esas conductas eran incorrectas, inmediatamente le decían al médico: "No, mi Niño está muy cuidado, no es como otros niños, que no salen de la calle en todo el día".
Lo menos que esperaban esas madres era, que el médico les iba a sugerir que hicieran exactamente lo que los otros niños. Con la finalidad de que crearan anticuerpos suficientes, como para defenderse de los virus y las bacterias.
Lo más destacado de estos ejemplos, es que exactamente, esos niños dejaban no sólo de tener gripe, sino que además, jamás enfermaban de nada.
Cuando mi señora y yo vinimos a vivir para la ciudad de Bogotá, acá en Colombia. Teniendo en cuenta las advertencias que nos habían hecho en Cuba y Argentina, sobre lo peligroso que era vivir en este país. Lo primero que hicimos, fue comprar una vivienda en un estrato alto y un carro con los más elevados niveles de seguridad. Los primeros tres meses, sólo salíamos a la calle en el carro con los vidrios subidos y no le dábamos ni monedas a los mendigos, aunque le faltaran las dos piernas. Cuando llegábamos a la casa, permanecíamos encerrados y hasta los servicios a domicilio y los mercados, orientábamos que los dejaran con el celador y éste nos lo traía a la puerta de la casa. Veíamos mucha televisión, especialmente noticieros, y como el periodismo acá es tan sensacionalista, lo que lográbamos era encerrarnos cada día más.
A los tres meses mi señora y yo comenzamos a trabajar y empezamos a relacionarnos con los trabajadores de la clínica, donde me habían contratado. Rápidamente nos dimos cuenta que Colombia era algo muy distinto a lo que nos habían hecho creer y comenzamos a llevar una vida normal.
En los primeros días nos enfermábamos permanentemente de las cuerdas vocales, no se nos quitaba la laringitis. Las infecciones en la garganta las tratábamos con antibióticos y antihistamínicos, se mejoraban, pero eran recurrentes. Todo este ciclo terminó con un estado gripal que el nuevo coronavirus es un niñito recién nacido a su lado. Eso fue en el año 2006. Empezamos con mucho ardor en las fosas nasales, fiebre muy alta, escalofrío y un poco de rinitis. A los tres días perdimos el olfato y el gusto y teníamos muchos estornudos. Todo ésto acompañado de un dolor en el cuerpo tal, que parecía nos habían dado una paliza. Después apareció una tos con espectoración, la cual dio paso a una tos seca y con picazón en las vías respiratorias. Todo este proceso duró casi un mes.
Ya recuperados le dije a mi señora: Todos los días vamos a ir a los comercios, andaremos por las calles donde haya más smog, dejaremos de comer en la casa. Vamos a ir tanto a restaurantes que nos van a conocer desde que lleguemos. Así lo hicimos, y no hemos tenido gripe jamás. Llevamos 14 años que no nos entran ni las balas. No es un milagro. Sencillamente, desarrollamos anticuerpos para defendernos del mundo hostil que nos rodea.
De seguir con estos ejemplos, no escribiría un artículo sino un libro, lo cual resultaría muy trabajoso para aquellos que aún no han logrado un buen hábito de lectura. Por tal motivo, doy por terminado este escrito, aunque lo continuaré con ejemplos similares para las personas de la tercera edad.
La vida es una parábola perfecta. Somos tan débiles después de los 70 años como un niño recién nacido.
Los ejemplos son muy diferentes, pero en definitiva con un mismo objetivo: Demostrarles a mis lectores que las cuarentenas son la peor cura para esta enfermedad (Covid-19).
Como siempre, un abrazo inmenso para ustedes y para mi, y
que Dios nos proteja.