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La verdadera medicina debe trascender los límites del Médico y del medicamento. Ser mucho más profunda que cualquier cosa imaginada por la ciencia. Ser el arte de leer entre letras, el lenguaje de lo enigmático, el mensaje de las cosas sutiles escapadas a lo experimental y lo empírico.

Medicina es encontrar aquello que nos puede llevar a la enfermedad, aún sin sospecharla. Es el abismo entre lo conocido y lo desconocido. Es encontrar lo que aparentemente no está en parte alguna de la naturaleza, a pesar de ser nuestro principal enemigo. Tanto, que puede ser capaz de provocarnos la muerte física, mental o espiritual.

Estoy hablando de lo que he denominado: Encuentro con las sutiles patologías.

Éstas sólo se diagnostican con absoluta precisión, cuando somos profundos conocedores del conjunto de críticas y saberes, capaces de conducir al ser humano, a la confluencia con los imperceptibles agentes precipitantes de enfermedades.

Pero no pensemos en la enfermedad como sinónimo de patología, sino como aquella predisposición inconsciente que nos precipita de manera irracional, a la violación de las leyes naturales de la vida.

El hecho de estar vivo no implica necesariamente que sepamos vivir. Aprender es una obligación, pero desgraciadamente no todos la tomamos con la debida seriedad.

Los mejores y más objetivos indicadores de estar aprendiendo, están en la comprensión de que las correctas combinaciones alimentarias, permitirán una adecuada digestión y absorción de los nutrientes imprescindibles, para conservar un estado óptimo de salud.

Entender el por qué y para qué, es absolutamente necesario poseer profundos conocimientos, sobre las múltiples exigencias de los ritmos circadianos del sueño.

Percibir con nitidez, que respiramos bajo la sombra de la concentración mental y la meditación en silencio y finalmente, haber interiorizado, que si no hacemos actividad física adecuada y diariamente, el oxígeno jamás será transportado con la calidad y rapidez exigida por los distintos órganos y tejidos del cuerpo.

Estos elementos, en todos mis libros los he denominado: las cuatro patas que sostienen la mesa de la vida, porque cuando los ponemos en práctica con efectividad, en cada minuto de nuestra existencia, sin dudas, estaremos en presencia de la salud deseada.

Lo más imperativo al ser invadido por la sospecha de sutiles patologías, como el producto de no saber vivir, es lograr un adecuado, preciso y precoz diagnóstico, porque de él dependerá un efectivo tratamiento.

Encontrar una guía para cumplir con éxito semejante faena, ha sido en mi vida profesional, la causa de mis ensueños y desvelos.

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